Los especialistas reclaman que el cribado de la enfermedad se haga de forma sistemática cada dos o tres años y que en los centros de salud existan unidades específicas para el seguimiento de los pacientes y la educación en salud.

En muchas enfermedades sería impensable que la mitad de los pacientes permanecieran sin diagnosticar durante años. Sin embargo, esto ocurre con una de las más prevalentes, la diabetes tipo 2. El retraso en su diagnóstico y abordaje temprano explican que se haya convertido en el mundo en la cuarta causa de muerte prematura entre las mujeres y en la octava entre los hombres, según la OMS. El 10% de los fallecimientos entre los 35 y los 64 años se atribuye a la diabetes tipo 2.

Un diagnóstico precoz y un seguimiento eficiente cuando ya se ha detectado no solo inciden en la esperanza de vida de los pacientes, también determinan su calidad de vida. Y al contrario, los enfermos peor controlados tienen mayor número de hospitalizaciones por complicaciones en la salud derivadas de la diabetes que el resto de la población. También sufren más reingresos y las estancias hospitalarias son más prolongadas. La conclusión de la Federación Internacional de Diabetes (FID) es clara: “Sin una prevención efectiva y programas de control, el impacto continuará aumentando en el mundo”.

La Estrategia en Diabetes, aprobada por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud en 2006, ya reconocía que “el mayor problema lo constituye el ritmo de crecimiento” de la enfermedad. Para reducirlo se planteaba dos líneas estratégicas: la promoción de estilos de vida saludables, que redujeran la incidencia del sobrepeso y la obesidad, y la detección precoz. Sin embargo, las actualizaciones que se han ido haciendo de la estrategia han tenido que reconocer que los planes no han arrojado los resultados deseados. La inactividad física y el deterioro de los hábitos alimentarios han incrementado el porcentaje de población con sobrepeso u obesidad. En la diabetes tipo 2 ha tenido un efecto inmediato: la prevalencia se ha duplicado desde 2006, ya se ha convertido en una prioridad de salud pública.

Uno de los problemas es que las complicaciones asociadas a la enfermedad son tan variadas que, incluso cuando existen síntomas, puede que no se atribuyan a la hiperglucemia. “El retraso en el diagnóstico en España y en otros países del entorno es de al menos ocho años”, explica Fernando Gómez Peralta, jefe de la Unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital General de Segovia y exsecretario de la Sociedad Española de Diabetes (SED).

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