En el año 2021 se conmemoró el primer centenario del descubrimiento de la insulina, cuando Frederick Banting y Charles Best consiguieron aislar insulina de páncreas de animales para tratar a un perro con diabetes, reduciendo en dos horas sus niveles de azúcar en sangre. Era el principio de una nueva era en el manejo de la diabetes, una enfermedad conocida desde hace siglos y que hasta ese momento no había encontrado un tratamiento realmente eficaz.
Con el hallazgo de la insulina, los pacientes con diabetes tipo 1 pasaron de tener prácticamente una sentencia de muerte a vivir con una patología crónica, que permite una calidad de vida normal con el tratamiento, la dieta y el ejercicio físico adecuados.
El descubrimiento de la insulina y los posteriores avances supusieron una auténtica revolución. Pero los científicos quieren ir más lejos, y ya hablan de curar la diabetes. «El descubrimiento de la insulina supuso el principio de una nueva era en el manejo de la diabetes. Pero todavía se puede hacer más», señala Francisco Merino, profesor titular de Medicina en la Universidad de Valencia y jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia.
Tratamientos inteligentes
Así lo cree Klaus Langhoff-Roos, vicepresidente corporativo de la Unidad de Células Madre de Novo Nordisk, compañía líder en la investigación y el tratamiento de la diabetes a nivel mundial: «Hay un enorme campo de desarrollo tecnológico y biológico, de manera que los tratamientos sean cada vez más “inteligentes” y adaptados a cada tipo de paciente».
Así, esta compañía tiene una línea de investigación enfocada en conseguir que sean células, denominadas beta funcionales, trasplantadas en el tejido subcutáneo, las que produzcan insulina, algo que, cuando no ocurre, es lo que provoca precisamente la diabetes.
Dichas células se obtienen mediante terapia celular desarrollada a partir de células madre pluripotentes, embrionarias o inducidas. «Las células beta funcionales que tenemos han funcionado muy bien en los ensayos con modelos preclínicos en animales -asegura Langhoff-Roos-. Los ensayos en personas con diabetes nos servirán para comprender cómo va a responder su sistema inmune». Y es que, en las personas con diabetes tipo 1, el sistema inmune ataca a las células beta pancreáticas, impidiendo la producción de insulina (la hormona que hace que la glucosa obtenida con los alimentos pase de la sangre al resto del organismo, actuando como fuente de energía).
Langhoff-Roos avanza que se están estudiando diferentes opciones, «como encapsular las células para protegerlas del sistema inmune». La encapsulación se hace con un tipo de aparato que es permeable para los nutrientes de la sangre pero que bloquea las células del sistema inmune.
Dentro de este recipiente están las células beta que se han producido en el laboratorio a partir de células madre del propio paciente y, al implantarlas en el paciente, realizan la actividad para el que están diseñadas». Y lo último en llegar son las células universales, que no son detectadas por el sistema inmune, aunque todavía se está en fases previas. «Son células que escapan al sistema inmune, con lo que no hace falta la encapsulación.
Pero existe el riesgo de que, al no ser detectadas por el sistema inmune, comiencen a reproducirse descontroladamente. Hay que controlarlas para poder eliminarlas o destruirlas», explica Langhoff-Roos. Las células universales se generan mediante ingeniería genética y se elimina o modifica el gen que hace que el sistema inmune detecte las células. Se trabaja para, al mismo tiempo, introducir algún gen de ‘suicidio’ para eliminarlas si tienen un comportamiento anómalo a través de un fármaco que se puede administrar.
Actualmente las personas con diabetes tipo 1 tienen dos necesidades fundamentales: conocer sus niveles de glucosa en sangre e inyectarse insulina para mantener esos niveles óptimos. «En el primer caso, los sistemas de monitorización continua de glucosa han supuesto un gran salto cualitativo, mientras que en el segundo ya se está trabajando en las llamadas insulinas inteligentes, capaces de liberarse a la circulación sanguínea en función de las cifras de glucemia», señala Merino.
En palabras del especialista, «las personas con diabetes cada vez nos demandan pensar menos y, por tanto, no tener que ser una parte tan activa a la hora de administrarse la insulina, es decir, cuánta dosis, en qué momento, etc. Esta adaptación de la liberación de insulina a las necesidades de la persona con diabetes en cada momento es el próximo hito importante que se espera en diabetes tipo 1».
Amoldarse al paciente
Y añadió que las personas con diabetes tipo 1, dependientes de administración exógena de insulina, aun habiendo avanzado mucho en las insulinas y sus tipos, «se siguen sintiendo obligados a ser una parte muy activa en el control de su enfermedad».
Si bien es cierto que los sensores y monitorización continua de glucosa han permitido dar un salto cualitativo importante, «en mi opinión lo que más nos demandan es el no tener que estar pendiente continuamente de su control glucémico y la dosis de insulina a administrar». Concluye Juan Francisco Perán, presidente de la Federación Española de Diabetes (FEDE), que es evidente que, gracias a la innovación, se han conseguido importantes logros como contar con insulinas inhaladas y no sólo inyectables, algo de «gran valor para los pacientes, puesto que, si hay algo que realmente pedirían si se pudiera, es eliminar el pinchazo de insulina cada día».
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