El mal funcionamiento de las células de defensa, reduce la capacidad del organismo del paciente para reaccionar ante un ataque de hongos y bacterias, quienes se alojan en el cuerpo debido a los altos niveles de glucosa, de manera que los pacientes diabéticos desafortunadamente tienen mayor riesgo a padecer problemas de la piel, especialmente cuando no llevan a cabo de manera adecuada el tratamiento para su condición.
Afecciones cutáneas más comunes en pacientes diabéticos
- Dermopatía diabética: Es la aparición de manchas rojas que tienden a oscurecerse y formar costras con el paso del tiempo. Por lo general, estas pequeñas marcas no generan dolor ni afectan la salud del paciente directamente, pero sí pueden interferir con una buena percepción de sí mismo y afectar su autoestima. Generalmente, se curan cuando se controla los niveles de glucosa en sangre.
- Piel amarilla: Cuando los niveles de azúcar aumentan, la tonalidad de algunas zonas del cuerpo como las palmas de las manos y las palmas de los pies tienden a tornarse amarillentas. Esto se presenta debido a la afectación de la glucosa en el colágeno.
- Bullosis diabeticorum: Se caracteriza por la aparición de ampollas en antebrazos, piernas, pies y dedos que no genera molestias. En caso de presentarse infección, los antisépticos locales pueden acelerar la cura.
- Eritema diabético: Es la aparición de manchas rojas indoloras en la parte inferior de las piernas y en los pies, por lo general se presenta con mayor frecuencia en los pacientes de edad avanzada.
¿Cómo evitar complicaciones de la piel?
- Mantén bajo control a la diabetes y sigue las indicaciones médicas.
- Después de bañarte, seca completamente los pliegues del cuerpo (axilas, inglés, cuello, etc.) para evitar la humedad y posibles infecciones.
- Evita rascarte costras y extrema los cuidados al cortar las uñas.
- Usa crema y jabón suave.
- Acude con el médico si alguna parte de la piel se transforma en color púrpura, o si tienes dolor, hinchazón, enrojecimiento de la piel y fiebre.
- Usa zapato cómodo para proteger los pies de lesiones que pueden convertirse en úlceras, con consecuencias como la pérdida de extremidades.
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