Los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 mostraron hígados más grandes y más rígidos en comparación con los pacientes controles.

La diabetes tipo 2 es una comorbilidad recurrente en pacientes con cirrosis y se estima un crecimiento exponencial de esta condición a causa de los altos índices de obesidad en el mundo, resistencia a la insulina y enfermedades de hígado graso no alcohólico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la cirrosis como “un proceso difuso caracterizado por fibrosis y la conversión de la estructura normal en una disposición nodular anormal, que se presenta como la etapa final de diversas enfermedades hepáticas de distinto origen”. Esta enfermedad se caracteriza por la pérdida de la estructura normal del hígado, presencia de necrosis y formación de nódulos de regeneración.

El tratamiento de la diabetes de tipo 2 en pacientes con cirrosis implica un proceso de adaptación acorde a su nivel de deterioro de su función hepática.

Se recomienda someterse a exámenes sistemáticos de diabetes, como una prueba de tolerancia a la glucosa oral de 75g de dos horas y una prueba de los niveles de glucosa en ayunas, que eviten un falso negativo. También se debe realizar una monitorización continua de glucosa y puntuación del dedo.

En ese sentido, la Asociación Francesa para el Estudio del Hígado y la Sociedad Francófona de Diabetes propone algunas recomendaciones para ajustar el tratamiento de la diabetes tipo 2 en pacientes con cirrosis que no preservan un comportamiento normal de la función hepática:

El diagnostico de  metformina, pioglitazona, sulfonilureas y acarbosa se indica como aceptable en los caso de alteración leve de la función hepática, pero no en los casos moderados o graves.

En el caso de la sitagliptina, saxagliptina y alogliptina son permitidos con deterioros leves y moderados. La vildagliptina y todos los inhibidores de la dipeptidil peptidasa-4 están contraindicados con deterioros graves.

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No existen datos suficientes para los inhibidores del cotransportador-2 de sodio-glucosa.

La liraglutida, la dulaglutida y la semaglutida se permiten con deterioros leves y moderados, siempre y cuando no se produzcan efectos secundarios gastrointestinales graves. La insulina es aceptable independientemente de la función hepática del paciente.

Por último se recomienda monitorear la desnutrición y sarcopenia e iniciar una suplementación nutricional indicada de ser necesario.

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