Esta enfermedad aumenta el riesgo de que la madre desarrolle diabetes tipo 2 en el futuro. Sin embargo, su consecuencia más importante es la macrosomía fetal o crecimiento excesivo del feto. La macrosomía aumenta las lesiones en el parto tanto para el niño como para la madre, provoca hipoxia fetal y aumenta las complicaciones relacionadas con el parto para el recién nacido.

Un grupo de investigación de la Universidad de Helsinki y del Hospital Universitario de Helsinki publica en Acta Diabetologica que la diabetes gestacional es un factor independiente que aumenta el riesgo de hipoxia fetal durante el parto.

Otro hallazgo fue que la diabetes gestacional aumenta la susceptibilidad del feto a la hipoxia intraparto independientemente del tamaño del feto.

“El riesgo de hipoxia y el consiguiente riesgo para los recién nacidos fue casi siete veces mayor en los fetos de madres con diabetes gestacional que en los de madres no diabéticas”, afirma el investigador Mikko Tarvonen. Según los resultados, el riesgo de necesitar reanimar al recién nacido se multiplicó por diez.

La hipoxia tiene efectos a corto y largo plazo para el feto y el recién nacido y, en el peor de los casos, puede provocar daños cerebrales y la muerte del feto.

“Los daños causados por la hipoxia son una fuente de sufrimiento para el niño y su familia. Además, el coste del tratamiento de las lesiones relacionadas con la hipoxia es muy elevado para la sociedad”, afirma Tarvonen.

La falta de oxígeno en el feto puede identificarse registrando la frecuencia cardiaca fetal durante el parto. Un patrón en zigzag, que representa un aumento de la variabilidad de la frecuencia cardiaca fetal, indica la aparición de hipoxia tanto en los embarazos normales como en los complicados por la diabetes gestacional.

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La cardiotocografía (CTG) o monitorización electrónica de la frecuencia cardiaca fetal y las contracciones uterinas es una medida de precaución rutinaria que se lleva a cabo en todos los partos hospitalarios de Finlandia. Por el momento, la diabetes gestacional tratada con dieta no ha sido una indicación para la monitorización continua de la CTG durante el parto.

“Basándonos en nuestros hallazgos, la monitorización intensiva de la CTG está bien indicada durante el parto de mujeres con diabetes gestacional. Esto permitiría la detección temprana de un patrón en zigzag, garantizando la seguridad del parto y el nacimiento”, apunta Tarvonen.

A la hora de monitorizar la frecuencia cardiaca fetal durante el parto, también hay que tener en cuenta los deseos y experiencias de la madre. “La monitorización con CTG reduce en cierta medida la capacidad de movimiento de la madre durante el parto. Según nuestros resultados, en el futuro la monitorización fetal podría dirigirse más claramente a los fetos que se beneficiarían de una monitorización más estrecha”, señala el investigador.

“El tratamiento y el seguimiento de la diabetes gestacional es una cooperación multiprofesional en la que el foco de atención está en la madre, el feto y el niño. Es de esperar que los nuevos hallazgos aumenten la seguridad de los partos, tanto en lo que respecta a la prevención de la hipoxia fetal como a la sensación de seguridad de la madre”, añade.

Por otra parte, los autores destacan que el sobrepeso, una actividad física insuficiente y una dieta poco saludable son factores de riesgo asociados a la diabetes gestacional. Investigaciones anteriores han demostrado que esos riesgos pueden reducirse considerablemente durante el embarazo mediante hábitos de vida saludables y el mantenimiento de un buen nivel de glucosa en sangre.

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“También hay mujeres de peso normal entre las que desarrollan diabetes gestacional, en las que es probable que exista una predisposición genética subyacente. Aun así, ellas también se benefician de ser suficientemente activas físicamente y tener hábitos de vida saludables”, añade Tarvonen.

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