La diabetes tipo 2 es prevenible e, incluso, reversible en algunos casos. Sin embargo, esto no significa que no pueda causar complicaciones graves. Lo fundamental: información y hábitos de vida saludables.
Entre el 5 y el 10% de la población española padece diabetes, porcentaje que asciende hasta el 16% entre los mayores de 65 años. Sin embargo, estos datos del Ministerio de Sanidad podrían ser mucho mayores, ya que se estima que buena parte de los casos permanecen sin diagnosticar.
De todos estos pacientes, el 90% sufre diabetes tipo 2, erróneamente conocida por muchos como «la diabetes buena», pero que puede traer consigo consecuencias tan graves como cualquier otra forma de la enfermedad.
Para tener un conocimiento riguroso de qué es y qué implica realmente la diabetes tipo 2, lo primero que hay que hacer es enterrar ese y otros falsos mitos. Para ello, EL MUNDO y Novo Nordisk han colaborado en la celebración del encuentro ‘Conversaciones sobre diabetes’, en el que Javier Escalada, presidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), y Ana Belén Torrijos, presidenta de la Federación de Asociaciones de Diabetes de la Comunidad de Madrid (FADCAM), han intercambiado conocimientos sobre prevención, diagnóstico, tratamiento y mejora de la calidad de vida de estos pacientes.
Lo primero es entender la diferencia entre los tipos 1 y 2. La diabetes tipo 1, explica Escalada, es una patología autoinmune en la mayoría de los casos. «Eso quiere decir que el propio organismo, por situaciones que todavía no conocemos bien, ataca selectivamente a las células que producen insulina (la hormona encargada de regular los niveles de glucosa en sangre), y la persona afectada se queda sin ella, siendo necesario administrarla o inyectarla». Por el contrario, la tipo 2 se caracteriza, al menos en los primeros años, por la presentación de resistencia a la insulina. Esto significa que la persona sí produce la hormona, pero esta no funciona bien y no puede realizar correctamente su cometido, produciendo, igualmente, un exceso de azúcar en sangre.
Las consecuencias de ambas, si no son debidamente tratadas, pueden ser graves. Entre las complicaciones más comunes y más conocidas se encuentran las relacionadas con el sistema cardiovascular (como infarto de miocardio, angina de pecho o muerte cardíaca súbita), con el sistema nervioso (como pérdida de sensibilidad en las extremidades y pie diabético) y con el aparato excretor (como insuficiencia renal). Pero, además de estas, las cuales pueden poner en riesgo la vida del enfermo o provocar la amputación de alguno de sus miembros, hay muchas más, relacionadas con la salud visual, cutánea o sexual.
Así, la calidad de vida de un paciente diabético puede verse más o menos afectada por la enfermedad y, por eso, es fundamental esforzarse en su prevención. Ahí radica una de las principales diferencias entre la diabetes tipo 1 y 2: la segunda sí se puede prevenir, e incluso revertir, algo que no ocurre con la primera. ¿Y cómo hacerlo? Fundamentalmente, a través de unos hábitos de vida saludables, que incluyen una dieta equilibrada y ejercicio físico.
Y es que, además del componente genético, la obesidad, el sobrepeso o el exceso de grasa abdominal son importantes factores de riesgo para el debut y el empeoramiento de la enfermedad (presentes aproximadamente en el 80% de los enfermos). Por esta razón, explica el endocrinólogo, «los médicos de familia, que suelen ser quienes están en primera línea de batalla contra muchas enfermedades, deberían realizar una analítica de control a aquellos pacientes con una cierta edad o con un cierto exceso de peso».
FRECUENTEMENTE ASINTOMÁTICA
En el resto de población, aquellos que se encuentran en un índice de masa corporal (IMC) normal y que no sufren ninguna otra patología que haga encender las alarmas, la enfermedad puede pasar desapercibida. Al ser frecuentemente asintomática, hay pacientes que pasan años sin ser diagnosticados, y esto no facilita un buen pronóstico.
Efectivamente, una detección temprana es vital para evitar mayores consecuencias y para, en el mejor de los casos, hacer desaparecer la enfermedad. Conseguir detectarla a tiempo es uno de los mayores retos de la comunidad médica, pues, por lo demás, «el diagnóstico no es complicado, se basa sobre todo en análisis de sangre», explica Escalada. La ausencia de síntomas provoca que, frecuentemente, los afectados descubran con sorpresa que padecen diabetes durante un chequeo rutinario o reconocimiento médico de empresa.
Algunos reaccionan de forma más positiva que otros a la noticia, aceptando la realidad: a partir de ese momento, tendrán que convivir con la patología, a la vez que se comprometen a cuidar su dieta y a evitar el sedentarismo.
«Esta adopción de un estilo de vida más saludable suena fácil, pero es difícil de ejecutar. Cambiar los hábitos que, en muchas ocasiones, llevas haciendo por años, sobre todo si no tienes síntomas o problemas de salud aparentes, es complicado. Implica, generalmente, evitar salidas a lugares que solías frecuentar o dejar de ser uno más en tu cuadrilla de amigos», admite el doctor.
Torrijos piensa que, para concienciar a los afectados de la necesidad de hacer cambios en su estilo de vida, aun cuando no hay síntomas, la información y la educación son fundamentales: «A pesar de que todo el mundo la conoce, considero que la diabetes es una gran desconocida. Hay que fomentar una formación diabetológica de calidad, con la que quede desterrado el ‘tengo un poco de azúcar’ y se asuma con responsabilidad el problema: ‘Tengo una enfermedad y, para evitar su evolución, tengo que llevar una vida sana».
Escalada coincide en la necesidad de evitar los eufemismos y dar a la diabetes la importancia que merece. Sin embargo, apunta a que hay que conseguir concienciar al paciente, pero sin alarmar. «En épocas pasadas se amenazaba a los enfermos con las consecuencias que podría tener una diabetes mal controlada. La gente dejaba la consulta aterrada y a veces no volvía. Ahora, hay que explicarles que la diabetes es prevenible y que, si hacemos las cosas bien, no tienen por qué aparecer esas complicaciones. Y hacer las cosas bien pasa por seguir con cuidado el tratamiento y cuidarse adecuadamente».
MÁS NIÑOS Y ADOLESCENTES AFECTADOS
En los últimos años, se ha visto un importante incremento de la incidencia de la enfermedad en niños y adolescentes, cuando la diabetes tipo 2 se había conocido tradicionalmente como «la diabetes de inicio en la edad adulta». Este aumento se cree que ha sido propiciado por el crecimiento de los índices de obesidad entre los más jóvenes, consecuencia de una peor dieta, rica en alimentos procesados y grasas saturadas, y de un mayor sedentarismo. Para Torrijos es indispensable «retornar a la dieta mediterránea, la dieta de nuestros abuelos. No llevarla nos está haciendo mucho mal».
La dieta mediterránea podría ayudar no solo a prevenir la aparición y el empeoramiento de la diabetes tipo 2, sino también a hacerla desaparecer una vez ha debutado. Esta afirmación puede ir en contra de la creencia asentada de que la diabetes no se cura, pero Escalada confirma que este fenómeno sí se ve a veces: «Se aprendió fundamentalmente cuando se comenzó a hacer cirugía de la obesidad en pacientes que también tenían diabetes tipo 2.
Después de estas intervenciones quirúrgicas, en un porcentaje importante de pacientes la enfermedad desaparecía». Así, según el endocrinólogo, el criterio de curación de la diabetes tipo 2 existe. Y no tiene por qué necesitarse cirugía, se puede revertir el proceso con intervenciones nutricionales fundamentales durante las primeras etapas de la enfermedad, cuando todavía existe una buena reserva de insulina. Pero, para ello es necesaria una buena concienciación, y un equipo profesional multidisciplinar que se encargue de acompañar al enfermo y vigilar todas las variables. «Así se podrían evitar muchos fármacos».
Fármacos, que, por otra parte, cada vez son más eficaces. Escalada explica que «hoy en día existe un arsenal terapéutico fantástico. Han aparecido familias de medicamentos que, además de controlar el azúcar, nos ayudan a que el paciente pierda peso o a que elimine glucosa por la orina. Son fármacos que, además de controlar el azúcar, protegen órganos vitales, y esto es una verdadera revolución».
El endocrinólogo lamenta que, aunque se cuente con estos fármacos, muchas veces no están disponibles para todos los pacientes que se podrían beneficiar de ellos. Algunos tienen un visado que obliga a los médicos a prescribirlos solo en caso de que el enfermo tenga un índice de masa corporal superior a 30 (obesidad), y esta es solo una de las cosas que las fuentes consultadas desean que cambien en el futuro.
Escalada y Torrijos consideran fundamental, además de invertir más recursos en prevención y en información, asegurar que todos los pacientes de cualquier tipo de diabetes tengan acceso a la tecnología más adecuada para controlar su enfermedad. Y es que, actualmente, únicamente los de diabetes tipo 1 reciben sensores o sistemas de monitorización continua de la glucosa, por ejemplo. Finalmente, estiman que es necesario que se acredite a las enfermeras especializadas en diabetes con una titulación reconocida, asegurando así que ciertas decisiones administrativas de cambio de puesto no las alejen de los enfermos.
Fuente consultada aquí
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