Patrice Cani, investigador de los Fondos Nacionales de la Investigación Científica (FNRS) de la Universidad de Lovaina (Bélgica) y su equipo, observaron repetidamente que una bacteria llamada Subdoligranulum está casi ausente en personas obesas y diabéticas, mientras que está presente sistemáticamente en personas sanas.

El equipo se propuso aislar la bacteria para conocer su acción en el cuerpo humano, sabiendo que solo está presente en personas sanas, de manera que durante dos años, los científicos buscaron, aislaron y cultivaron cerca de 600 bacterias del intestino, en un intento por encontrar un segundo miembro de la familia. Todo en vano.

En cambio, el equipo de investigadores descubrió una bacteria de un nuevo tipo, aún desconocida hasta entonces. Este logro ya es extraordinario en sí mismo, ya que muy pocos científicos tienen la oportunidad en sus carreras de descubrir un nuevo género de bacterias y nombrarlo.

Se trata de la Dysosmobacter welbionis, que viene del griego o Dysosmo, (que huele mal), más bacter (bacteria),o sea, algo así como la bacteria que apesta, “porque cuando la cultivas, tiene un ligero olor“, explican los científicos.

Sabemos que las de la composición y funcionalidad de la microbiota intestinal tienen un impacto en la fisiología del huésped al influir en el metabolismo, la inmunidad, el envejecimiento y el comportamiento, pero la peculiaridad de esta bacteria, empieza en que produce butirato, nada excepcional hasta ahora, ya que muchas otras producen esta molécula que se sabe que disminuye el riesgo de cáncer de colon, por ejemplo, al fortalecer la barrera intestinal y aumentar la inmunidad.

Pero el equipo también observó que Dysosmobacter welbionis estaba menos presente en personas con diabetes tipo 2, y mediante el análisis de 12.000 muestras fecales (microbiota) de todo el mundo, observaron que la bacteria está presente en el 70 % de la población, un descubrimiento sorprendente.

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Más adelante, los investigadores probaron la acción de Dysosmobacter welbionis en ratones, con el resulrado de que la bacteria aumentó la cantidad de mitocondrias, una especie de plantas de energía dentro de las células que queman grasa, reduciendo así los niveles de azúcar y el peso, además de tener fuertes efectos antiinflamatorios.

Todos estos efectos son muy prometedores para los sujetos obesos y diabéticos tipo 2, y se asemejan a los de Akkermansia, una bacteria beneficiosa que está en el centro de la investigación en el laboratorio de Patrice Cani.

El nuevo ensayo, publicado en la revista Gut, muestra que los efectos de las bacterias no se limitan al intestino, de forma que que ciertas moléculas producidas por Dysosmobacter migran por el cuerpo y también tienen acciones a distancia, lo que resulta prometedor y explica los efectos de las bacterias en los tejidos grasos, pero también abre las puertas a un posible impacto en otras enfermedades como la inflamación y el cáncer.

El siguiente paso será probar la acción de Dysosmobacter welbionis junto con la de Akkermansia, para ver si su asociación permite acumular sus efectos sobre la salud, teniendo siempre presente la lucha contra la diabetes tipo 2, enfermedades inflamatorias, obesidad y cáncer.

La originalidad de este descubrimientos pasa por identificar una nueva bacteria y darle un nombre que luego se usará en todo el mundo; pero eso no es todo, sino que el mismo equipo de investigación también identificó los efectos de esta bacteria en el organismo y su potencial interés en la lucha contra determinadas enfermedades.

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