Medir la hemoglobina glicosilada en gente sana permite conocer mejor si una persona tiene aterosclerosis subclínica y, por tanto, más posibilidad de padecer un problema vascular, ha encontrado un trabajo del CNIC.
Los problemas cardiovasculares (hipertensión, enfermedad coronaria y vascular, insuficiencia cardiaca…) son la primera causa de muerte en todo el mundo (están detrás de un tercio de los fallecimientos), por ello desarrollar herramientas capaces de detectarlos antes de que se manifiesten es uno de los grandes retos de salud mundial.
Los profesionales sanitarios repiten constantemente el mensaje de que la herramienta más potente es la prevención, basada en el abandono del tabaco, dieta sana y actividad física, y así se podrían evitar hasta la cuarta parte de las muertes, según los cálculos de la Fundación Española del Corazón y la Federación Mundial del Corazón.
Así pues, es primordial poner en práctica este estilo de vida cuanto antes, ya que es una importantísima barrera de contención para la aterosclerosis -la verdadera causante de los infartos (cardiacos y cerebrales) que matan e invalidan-, que se va formando a lo largo del tiempo sin que la persona se dé cuenta de que la tiene hasta que sufre algún episodio cardiovascular. En ese momento, el pronóstico cambia radicalmente, y por eso su detección precoz es vital para mejorar la cantidad y calidad de años de vida de la población.
Popular entre los diabéticos
Un equipo de científicos del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) ha dado un gran paso en este sentido al encontrar que la determinación rutinaria de la hemoglobina glicosilada (un biomarcador indicativo del nivel de azúcar en sangre que se hace generalmente para el control de la diabetes) en personas no diabéticas ayuda a identificar a las que tienen más enfermedad aterosclerótica. Por ello, los investigadores proponen utilizar este marcador en individuos de mediana edad y que están aparentemente sanos; además, cuando se utiliza junto con los factores de riesgo tradicionales (hipertensión, dislipemia, tabaquismo), mejora la clasificación de las personas con mayor y menor riesgo de enfermedad aterosclerótica.
El trabajo, que se publica en ‘The Journal of American College of Cardiology’ (JACC), recomienda que, debido a que un estilo de vida saludable reduce los niveles de hemoglobina glicosilada, se debería considerar como la primera opción para reducir el riesgo cardiovascular.
El doctor Xavier Roselló, autor principal y cardiólogo del Hospital Universitario Son Espases (Palma de Mallorca), insiste en que la hemoglobina glicosilada es un análisis habitual, y por tanto se podría implantar inmediatamente en la clínica para calcular el grado de aterosclerosis subclínica (que aún no ha dado ningún síntoma) de alguien.
¿Análisis generalizado?
¿Eso quiere decir que habría que incorporar esta variable en los análisis de todas las personas de edad media? “Nunca se puede ser tan categórico”, matiza el cardiólogo a Alimente, aunque a la vista de estos resultados insiste en que “las personas de mediana, sin enfermedad cardiovascular establecida, se podrían beneficiar de una determinación de hemoglobina glicosilada para mejorar el cálculo de su riesgo individualizado de tener enfermedad aterosclerótica subclínica”.
En términos de control de riesgo cardiovascular, conocer la hemoglobina glicosilada supone afinar más la posibilidad de presentar aterosclerosis, y “lo esperable es que mejorar los niveles de este parámetro (con cambios en el estilo de vida o, en último extremo, con fármacos) tenga un impacto en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular”, indica Rosselló. “Dicho de otra manera, reducir los niveles de hemoglobina glicosilada en personas sin diabetes debería mejorar el riesgo cardiovascular”.
Este matiz es importante porque, según han comprobado los investigadores, “el uso de la hemoglobina glicosilada es particularmente relevante en aquellos participantes con bajo riesgo, mientras que es menos evidente su asociación con la enfermedad aterosclerótica en los individuos que ya tienen un peligro moderado, por la presencia de otros factores de riesgo cardiovascular”.
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