La trascendencia de un descubrimiento de este calibre significó el Premio Nobel para Frederick Banting y John MacLeod.

En 2021 se cumplen cien años de un maravilloso descubrimiento que desde entonces ha salvado y sigue salvando millones de vidas, la insulina. Este descubrimiento, lleno de luces y sombras, maravilló a la comunidad científica y supuso un antes y un después para las personas con diabetes. Hasta 1921, el diagnóstico de diabetes equivalía a una sentencia de muerte. Una muerte lenta y tortuosa ante la que nada se podía hacer.

El experimento de Banting

Frederick Banting era un joven cirujano ortopédico que había participado como oficial médico de la Marina Real Canadiense en la Primera Guerra Mundial. Al poco de regresar de la guerra, abandona la práctica clínica y comienza a colaborar con el Departamento de Fisiología de la Universidad de Ontario, su ciudad natal. Durante esta época, Banting se interesa por la secreción de los diferentes jugos liberados por el páncreas. En aquel tiempo ya se sabía que la liberación de estos jugos podía estar relacionada con la aparición de la diabetes, según las conclusiones de trabajos previos desarrollados con perros. Estos experimentos demostraban que los perros a los que se extirpaba el páncreas acababan desarrollando diabetes. Banting presupuso que, si conseguía extraer alguna de estas sustancias, podría obtener la clave para combatir la diabetes.

Ante la imposibilidad de llevar a cabo estos experimentos en la Universidad de Ontario, Banting contacta con el profesor John J. R. Macleod, de la Universidad de Toronto. Macleod, si bien no se siente especialmente entusiasmado por la idea de Banting, le facilita el acceso a las instalaciones donde puede realizar los experimentos, aunque limita el tiempo a dos meses, en los que él estará fuera por vacaciones. Además, le proporciona diez perros de experimentación y un ayudante, Charles Best, que también pasará a la historia como codescubridor de la insulina. Tras intensas semanas de trabajo, y agotando el tiempo del que disponían para usar el laboratorio, Banting comprueba que en uno de los perros a los que se había ligado un conducto secretor del páncreas la glándula se ha reducido a la mitad. Este descubrimiento fue clave, ya que permitía evitar la acción de las enzimas digestivas, que eran responsables del fracaso de experimentos similares llevados a cabo por otros investigadores.

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Una vez extirpado el páncreas, y tras filtrarlo, Banting y Best consiguen extraer una secreción del mismo. Sin saberlo, habían conseguido por primera vez aislar la insulina. Tras infundir esa sustancia a la perrita a la que se había extraído el páncreas, de nombre Marjorie, Banting y Best comprueban que el animal no solo no desarrolla síntomas de diabetes, sino que inicia una mejoría evidente.

A la vuelta de su viaje de vacaciones, Macleod queda realmente impresionado por los hallazgos y presenta los resultados en una conferencia en la Universidad de Toronto el 14 de noviembre de 1921 (fecha que coincide con el cumpleaños de Banting y en la que hoy celebramos el Día Mundial de la Diabetes). Tras meses trabajando en la mejora de los métodos de extracción de insulina, los investigadores se encuentran con otro problema: la inyección de la sustancia -ya conocida como insulina- en animales genera importantes problemas de toxicidad y alergia. En este momento, MacLeod decide contactar con su colega James Collip, un bioquímico con mucha experiencia en el proceso de purificación. Su contribución a la purificación del extracto para que pudiera ser usado en las personas con diabetes sin provocar los efectos indeseados fue decisiva y brillante.

La insulina en personas

El 11 de enero de 1922, Leonard Thompson, de 14 años, es la primera persona que recibe una dosis de insulina. No obstante, aunque la glucosa desciende, surgen problemas asociados a impurezas del injerto. Una segunda dosis purificada, doce días después, resulta todo un éxito. El tratamiento continúa con dos dosis diarias y el milagro se produce. Leonard Thompson vivió 14 años más. Murió en 1935 a causa de una neumonía complicada con cetoacidosis.

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La trascendencia de un descubrimiento de este calibre significó el Premio Nobel para Frederick Banting y John MacLeod. Ante la injustificada ausencia en la nominación de este galardón del resto del equipo investigador, Banting decidió compartir con Charles Best la mitad de su Premio Nobel y MacLeod hizo lo propio con James Collip. Más tarde, la patente de la insulina, propiedad de Banting, MacLeod y Collip, será vendida a la Universidad de Toronto por la cantidad simbólica de un dólar.

La rocambolesca historia del descubrimiento de la insulina cuenta con más elementos cuanto menos curiosos, como fue que prácticamente al mismo tiempo que Banting y Best anunciaban el resultado de su investigación, Nicolae Paulescu, un científico rumano, reclamaba también el descubrimiento de la insulina, con un desarrollo científico similar al de Banting, pero que, sin embargo, no llegó a ser publicado nunca.

La insulina es utilizada por primera vez en Europa de la mano del doctor Rossend Carrasco Formiguera que, en 1922, tras haber establecido contacto con MacLeod para interesarse por la técnica de extracción y purificación de insulina, decide utilizarla en Barcelona y comienza a administrar las primeras dosis a sus pacientes, adelantándose al resto de la comunidad científica europea.

Sea como fuere, el descubrimiento de la insulina, con todas sus luces y sombras, supuso un logro que permitió sobrevivir a las personas con diabetes y que constituye a día de hoy uno de los grandes hitos de la ciencia.

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