La vuelta al ejercicio con diabetes
El ejercicio físico se vende solo. Aumenta los años de vida y la calidad de vida, también en las personas con diabetes. Los numerosos argumentos a favor de su práctica son superiores a los pequeños efectos adversos que puede acarrear. No obstante, las encuestas indican que todavía casi un 50 % de la población española es sedentaria. Un fenómeno curioso es que, tradicionalmente, la práctica de ejercicio físico suele disminuir de forma alarmante cuando se tienen entre 20 y 30 años. Se puede argumentar que el aumento de las responsabilidades que acarrea la vida adulta limita el tiempo que se puede dedicar a la práctica de ejercicio físico. Es frecuente que el hábito deportivo se recupere algo más tarde, entre la década de los 40 y los 50 años. En el caso de las personas con diabetes esta vuelta a los entrenamientos puede necesitar mantener algunas precauciones:
Preparación para el ejercicio
Esta evaluación debería incluir tanto la valoración del estado cardiovascular, como la influencia de posibles complicaciones derivadas del progreso de la diabetes y que puedan verse afectadas por el ejercicio. De este modo, por ejemplo, la presencia de pie diabético obligaría a evitar algunos ejercicios de impacto, o estados avanzados de retinopatía diabética limitarían los esfuerzos de alta intensidad.
Inicio progresivo
La frase popular dice que la edad no perdona... Además, los años de sedentarismo seguramente han empeorado el estado de forma, con peor adaptación al ejercicio, especialmente de alta intensidad y larga duración, así como el aumento de la posibilidad de aparición de lesiones. Las cargas de trabajo se deben aumentar, pero de forma adaptada a las características de cada uno. Es bueno marcar objetivos pero se debe respetar un tiempo prudencial para conseguirlos.
Selección del tipo de ejercicio. ¿Existe algún ejercicio mejor?
En este caso, la respuesta es clara: el mejor ejercicio es aquel que se adapta mejor a los gustos, horarios y disponibilidad de cada persona, pues será aquel que se podrá mantener durante mucho más tiempo. Más allá, es importante conocer el efecto que resulta de cada tipo de actividad. Así, los ejercicios aeróbicos de larga duración como nadar, correr o ir en bicicleta son los que suelen tener un mayor e importante efecto hipoglucemiante. Por el contrario, los ejercicio que incluyen trabajo de fuerza (pesas o máquinas de fuerza) o deportes explosivos, como sprints o combates de artes marciales, suelen asociarse a un menor efecto hipoglucemiante, e incluso, pueden aparecer hiperglucemias después del ejercicio. Todos los ejercicios tienen efectos beneficiosos para la salud, pero es necesario informarse sobre el efecto previsto de cada ejercicio sobre los niveles de glucosa en sangre.
Adaptación de la diabetes
Ejercicio físico incrementa la sensibilidad a la insulina. Esto se notará al iniciar la práctica de entrenamientos de forma habitual con la necesidad de reducir ligeramente las dosis de insulina o de aumentar el aporte de hidratos de carbono antes, durante y/o después del ejercicio. Uno de los fenómenos más habituales es la aparición de hipoglucemias después del ejercicio, las cuales pueden presentarse hasta 12-24 horas después de acabar la actividad.
Atención a los retos
Es muy habitual que al iniciarse en el ejercicio físico se busque la consecución de retos como forma de superación, como por ejemplo, correr una media maratón o hacer una prueba ciclista de 100 Km. Estos retos ayudan a mantener la motivación en los entrenamientos diarios. Pero es importante destacar la necesidad de realizar una progresión algo más lenta de lo habitual que permita adaptar también los tratamientos de la diabetes, como las dosis de insulina o la suplementación con hidratos de carbono. Puede ser útil llevar un registro de los entrenamientos realizados, indicando las modificaciones de las dosis de insulina y los cambios en el consumo de hidratos de carbono, pues será una buena referencia para realizar entrenamientos de mayor intensidad o duración.
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